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viernes, 20 de junio de 2008

Aprendamos a ser agradecidos con la vida

En octubre de 1998, Margarita publicó su libro “Se puede”. Allí describió sin amarguras ni resentimientos todos los pormenores de su tragedia personal. En uno de los tramos más dolorosos, cuenta que mucho antes que se le diagnosticara la enfermedad, como toda jovencita, deseaba bajar unos cuantos kilos. Había intentado toda clase de regímenes y dietas con resultados satisfactorios. "Un especialista en obesidad, enseñándome a comer consiguió que bajara 14 kilos. Pero me faltaban 17 para llegar a la figura ideal", confesó. Luego de un tratamiento estricto a base exclusivamente de bebidas, logró que el espejo reflejara la imagen exterior deseada. Su sistema inmunológico quedó destruido y el deterioro físico fue inevitable. Después de un año de diagnósticos erráticos y tratamientos infructuosos, los médicos descubrieron que padecía ELA.
La enfermedad es neurodegenerativa y lentamente genera debilidad muscular, discapacidad y severas complicaciones. Comprende el grupo de las enfermedades de la neurona motora. Es cruel pero a Margarita no la doblegó.
Amo la vida
“Hay algo que me gustaría aclarar: Amo la vida. Y cada minuto que pasa es un maravilloso regalo de Dios. Y a pesar de los que he pasado, de los “bajones”, de las “pálidas”, de los vaivenes, de las euforias, de los momentos feos y momentos felices, los “gozos y las sombras”, los alegrones y las tristezas, estoy convencida de que vale la pena vivirla.
Y cada día, cuando me despierto, agradezco a Dios la vida que me dio, y la que me permitió seguir viviendo.
Le agradezco también:
Porque viví largos años de independencia, pero ahora tengo de quién depender. Por mis dos pies, con los cuales antes bailaba, caminaba y corría; ahora con el izquierdo escribo, y con el derecho hablo por teléfono. Porque conservo mi sentido del humor intacto y el sufrimiento no me amargó el carácter.
Aún veo el lado gracioso de algunas situaciones y puedo reírme de un buen chiste.
Porque leo todo sin anteojos. Porque puedo ver las maravillas de la naturaleza, percibo y asimilo ideas, comportamientos, mensajes no escritos.
Porque aprecio un buen dibujo, aunque ya no dibujo más.
Porque puedo gozar con los colores, aunque ya no pinte más”

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